martes, 2 de mayo de 2017

LA MISERICORDIA DE DIOS EN NOSOTROS

Texto: Marcos 5:24-34.
INTRODUCCIÓN
Las tragedias pueden venir en cualquier momento, sin que lo agendamos o lo preveamos. Solo nos pasan. Solo es cuestión de leer los periódicos o ver las noticias, para darnos cuenta de las tragedias que están pasando: asesinatos de niños por parte de adultos cercanos, gobiernos oprimiendo a su propio pueblo, una empresa despide a más de mil empleados, los volcanes nos tienen preocupados, la violencia familiar a la vuela de la esquina de nuestro barrio, el diagnóstico de una enfermedad que se desconocía, y otras situaciones más.
¿Qué haces ante esto? ¿Cómo enfrentas esto? Es aquí donde nos encontramos sin ninguna salida, y qué tal si se suman muchas situaciones. ¿Y dónde está Dios? ¿Cómo puede intervenir Él, en nuestra realidad? ¿Cómo puede Dios, darnos su misericordia de Dios, a pesar de las circunstancias que enfrentemos?
La historia que se narrar en el Evangelio de San Marcos, es un relato de la realidad de la humanidad; es un relato de lo que nos pasa a cada uno de nosotros, es un relato de nuestra propia vida. Este relato nos ayudará a comprender cómo la historia de vida difícil de ésta mujer, es sorprendida y cambiada al recibir la misericordia de Dios.
Describiremos el relato en cuatro escenarios, que nos acercarán a la comprensión del texto y contextualizarlo con nuestra realidad contemporánea.
1)      Primera Escena: Bancarrota espiritual e imposibilidad para hacer algo.
“Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor” (vv. 24-26).
La mujer tiene una realidad muy difícil, y no puede hacer nada para cambiarla. ¿Qué dice el texto sobre la realidad de esta mujer?
a)      Enferma desde hace 12 años. Tiene mucho tiempo de padecer una enfermedad, que no solo la está demacrando física, sino social, moral y religiosa.
b)      Mucho sufrimiento de los médicos (o mata sanos). En una época donde la ciencia médica está dando sus primeros pasos, los pacientes sufren mucho por la prueba y error de los diferentes tratamientos que se aplicaban, y en muchos casos, las personas morían más por los medicamentos que por la misma enfermedad. Ella estaba sufriendo mucho por la forma en que se le está tratando su enfermedad.
c)       Perder todos sus recursos. El texto no dice que era rica, pero se puede suponer que sus recursos se agotaron, debido a la inversión en buscar una cura. Ya se quedó sin nada. Ahora está enferma y en la miseria.
d)      Ser discriminada social y religiosamente por su enfermedad: flujo de sangre. En la época del N.T., cualquier flujo de sangre era considerado a la persona, como inmunda y, por lo tanto, no podía participar de las actividades litúrgicas públicas ni estar en el templo. Esta mujer está enferman, en miseria, sufriendo y era discriminada hasta por su sistema religiosos. ¿Será que está pensando que Dios la ha abandonado?
e)       Lo había intentados todo e iba de mal en peor. Una forma bíblica de describir la situación de la mujer es de mal en peor. En buen tico: “solo falta que lo orine un perro”. ¿Qué más le puede pasar a esta mujer?
¿Le suena algo parecido? Ella tuvo que aceptar la realidad en la que se encontraba. Tuvo que enfrentarse a algo que los seres humanos no aceptamos, que no tenemos el control de nuestra realidad y no puede cambiarla. Esa es la peor de las tragedias humanas. No tenemos el control de nuestra realidad: somos pecadores e imposibilitados para hacer algo.
Aplicación. Lo que esta mujer está pasando describe perfectamente, la realidad de toda la humanidad: no tenemos el control de nuestra realidad, incluyendo la realidad espiritual y relacional con Dios.
Estamos más que enfermos, estamos muertos en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1); si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia, y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento (Isaías 64:6); por cuanto todos pecamos, y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23); no hay justo, ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos nos desviamos, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12). En otras palabras, estamos en bancarrota espiritual.
Esa es la realidad que a Biblia registra y que la experiencia nos pinta. ¿Y cuál es tu realidad? ¿Cómo evaluarías tu vida delante de Dios? ¿Cómo puedes recibir la misericordia de Dios? La mujer de nuestra historia fue honesta y sincera, reconoció que estaba mal y que solo le quedaba una única solución, una que no estaba en sus manos; implicaba confiar en Dios, y esperar su misericordia y santa voluntad.
2)      Segunda Escena. El reconocimiento de que solo Jesús es el único que puede salvarla.
“Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote” (vv. 27-29).
¿Qué hizo esta mujer? El texto nos dice que oyó, (decía), vino y tocó. En estas acciones, descubrimos la fe de esta mujer, que la llevó a Jesús. Esto implica arrepentirse de seguir intentándolo a su manera y confiar en Jesús. Así es como avanza en si camino de fe.
a)      Oyó. La fama de Jesús se difundía por todos lados. En los capítulos previos, se describe varios milagros hechos por Jesús:
                    i.            Sana a un paralítico en Capernaum (2:3-12)
                   ii.            Sana a un hombre de la mano seca (3:1-6).
                 iii.            Ha sanado a muchas personas, incluyendo a endemoniados (3:10-12).
                 iv.            Libera al endemoniado gadareno (5:1-20).
Algo de esto debió haber escuchado, Jesús salva a los enfermos y atormentados. Eso alimentó su esperanza. Ya no tendría que ir a buscar el próximo médico con la última cura de su enfermedad. Ella acudiría al Mesías, al Salvador, el único que puede convertir la esperanza en realidad.
b)      Decía. Lo que oyó se convirtió en fe: “si tan solo lo tocaré, el manto, seré salva”. Su incipiente fe, fue suficiente para creer que con solo un pequeño toque era suficiente para ella. Así que alimentó su fe, con todo lo que decía de Jesús, para convertirlo en una esperanza para ella.
c)       Vino y lo tocó. Ahora dio el paso de fe, fue hacia donde estaba Jesús. Lo encontró, se acercó y tocó su manto. No le importó los obstáculos, los prejuicios que las personas tenían hacia ella, ni lo que otros pudieran decir. Lo único que le importaba era acercarse a Jesús y tocar su manto. Eso fue suficiente, para recibir su salvación.
Aplicación. Las Escrituras dicen que: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Eso es lo primero que debes hacer oír la Palabra de Dios, es la única que te puede dar fe y alimentar tu fe, para creer completamente el Cristo Jesús como tu único salvador y redentor. Estos son algunos de los textos que quiero que oigas y es mi oración, que produzcan fe en tu vida:
“Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:15-16)
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36)
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38-39)
Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado” (Romanos 10:8-11).
¿Seguirás el ejemplo de la mujer, luego de oír la Palabra, para acercarse a Jesús? ¿Cómo puedes recibir la misericordia de Dios? Te invito a que hagas de Jesús el Señor de tu vida, que vengas a Él y te rindas completamente ante su señorío. Solo así recibirás de Él su misericordia y amor.
3)      Tercera escena. Al recibir el milagro, le siguió la obediencia a Jesús.
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.  (vv. 30-33).
El milagro de la mujer no es suficiente para Jesús. Al darse cuenta de que se había dado este milagro, hace una extraña y retadora pregunta: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
¿No tenían razón los discípulos al decirle que todo el mundo lo aprieta y que son muchos los que están tocando sus vestidos? ¿Por qué le interesa tanto a Jesús saber quién lo ha tocado? ¿Acaso no sabe Él quién ha tocado sus vestidos? Él solo esperaba la reacción de aquella persona, sobre el que se había dado el milagro.
Por otro lado, la mujer no lo puede creer, ¿cómo sabía Él que le había tocado el manto? Si el milagro sorprendió la vida de esta mujer, la declaración de Jesús la maravilló mucho más, al punto de temer más. Ella podía irse, sin delatarse; al fin de cuentas, nadie sabía quién había sido. Pero, a su fe, siguió la obediencia a Jesús, respondiendo a la pregunta de Jesús. Se acercó y le contó todo, dio testimonio de su enfermedad, sufrimiento y el milagro otorgado por tocar el manto de Jesús.
Aplicación. La obediencia es característica de una persona en la que se ha manifestado el don salvífico de Dios. ¿Quieres probar tu fe en Dios? Solo mide tu obediencia a Dios.
Ahora, te pregunto: ¿Cómo puedes recibir la misericordia de Dios? La respuesta es siendo obediente a la Palabra de Dios. Porque una vida de obediencia es la respuesta a la salvación de Dios.
4)      Cuarta Escena. Escuchar la voz de Jesús, para relacionarse con Él.
“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (vv. 34).
Posiblemente, la mujer esperaba un regaño o una serie de consultas de las razones de por qué lo hizo, incluso podía esperar palabras de desprecio o discriminación. Pero, en su lugar escuchó las más hermosas palabras de parte de Jesús: “Hija”. Aquí Jesús establece un lazo relacional con ella. Ya no es una desconocida ni una discriminada; ahora tiene una relación personal con Jesús.
Otra de las cosas que hace Jesús, es afirmarla en su confianza en Dios: “tu fe (confianza en mí) te ha hecho salva”. No es por esfuerzos humanos ni iniciativa alguna, que una puede encontrarse con Dios; requiere de la fe en Cristo Jesús: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
A partir de ese momento, esta mujer ya no vivía atada por el azote de su enfermedad; su vida se caracterizaba por la paz, obediencia y fe en Cristo Jesús. Ella tiene una nueva vida, que va a compartir con sus conocidos.
Jesús no está interesado en hacer milagros y señales poderosos en tu vida; Él quiere una relación personal contigo, como Señor y Salvador. Como bien lo dijo Job: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (42:5). Jesús quería mirar cara a cara a esta mujer, hablarle y que recibiera el verdadero milagro, la misericordia de Dios en ella. Dios relacionándose con ella.
Aplicación. Todos queremos una nueva vida, una nueva oportunidad, queremos tener una experiencia de paz en todo lo que vivamos. Pero, ¿estamos dispuestos a seguir el camino que transitó esta mujer, para recibir de Jesús una nueva vida y paz?
Esto es lo que las Escrituras dicen con respecto a todos los que se someten su vida a Cristo Jesús:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 2:17).
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Solo si estás en Cristo Jesús, que significa que tienes una relación personal con Él, como Señor y Salvador, tendrás una nueva vida y la paz de Dios.
 CONCLUSIÓN
¡Ahora te toca a ti! ¿Qué vas a hacer?
Para los que tienen tiempo de ser discípulo de Cristo: Arrepentimiento, fe y obediencia deben ser las características de tu vida en Cristo. No permitas que las circunstancias te aparten del camino de Señor, ni bajen tu confianza en Dios. Que la experiencia diaria, no te impida seguir adelante en tu relación con Dios.
Para que la experiencia diaria de vivir en una relación con Dios, te aconsejo lo siguiente:
Lee las Escrituras, para obedecerlas.
Ora diariamente, para fortalecer tu comunión con Dios.
 Agenda el tiempo para el proceso de discipulado y congregarse semanalmente.
Si te has identificado con la realidad de esta mujer; Jesús está aquí caminando en medio de nosotros: ¿Reconocerás tu realidad, que estás muerto en delitos y pecados? ¿Tendrás fe para arrepentirte de tus pecados y confiar en Jesús, como el único que puede salvar tu vida? ¿Estás dispuesto a vivir en obediencia a la Palabra de Dios y edificar una relación diaria con Jesús?

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