Pastor Maynor Agüero Obregón
TEXTO: Mateo 6.1
INTRODUCCIÓN
En el capítulo 5
del Sermón de Monte, se ha tratado el tema del carácter y testimonio de los
discípulos de Jesús. El Rev. John W. Stott, comentando el capítulo 6, hace la
siguiente declaración:
“Luego describió la justicia cristiana
que debe exceder a la justicia de los escribas y fariseos al aceptar las
implicaciones plenas de la ley de Dios sin evitar nada ni colocar límites
artificiales. La justicia cristiana es justicia ilimitada. Debe permitirse que
ella penetre más allá de nuestras acciones y palabras hasta nuestro corazón,
mente y motivaciones, y que nos domine incluso en aquellos rincones secretos
más recónditos[1].”
Hay un relación entre la justicia que debe ser la
marca del carácter de un discípulo de Cristo (expuesta en el Mateo 5) y la
justicia que se debe expresar en acciones concretas (expuesta en Mateo 6), o
como las conoceremos a partir de ahora, piedad verdadera.
Por piedad, queremos decir, “la conducta correcta que surge de una relación
correcta con Dios. Es la suma total del carácter y las acciones religiosas y produce un
estado de felicidad tanto presente como futuro. No es una acción correcta que
se realiza por un sentido de deber, sino la virtud espontánea que surge del
Cristo que mora adentro y lo refleja”[2].
La piedad
verdadera es aquella expresión de devoción y de amor a Dios, que nace de la
comunión con Él. Así, que las expresiones de caridad, oración y ayuno, que se
describen en los inicios del capítulo 6 son la consecuencia de la justicia que
ha sido dada por Dios. Sin ella, es imposible que exista verdadera piedad.
Los primeros
versículos de éste capítulo (6:1-18),
podemos bosquejarlo de la siguiente manera: (a) La caridad verdadera (2-4), (b) la oración (5-15) y (c) el ayuno (16-18).[3]
Pero, el primer versículo, nos da la introducción y enlace al resto del texto: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los
hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de
vuestro Padre que está en los cielos” (RVR60).
El texto nos
señala el camino incorrecto, que los religiosos de la época de Jesús, siguieron
como expresión de su espiritualidad; aquí hay una denuncia de una
espiritualidad falsa, que sigue siendo vigente, en nuestros días. Esa es la gran
necesidad que tenemos hoy, porque el cristianismo en los últimos años, se ha
sumergido en espiritualidades que no son bíblicas y debemos volver a la senda
de la santidad y verdadera espiritualidad, que se encuentra en las Escrituras.
Estudiemos la denuncia de una espiritualidad falsa, hecha por Jesús a los
oyentes del siglo primero, y tratemos de encontrar algunas aplicaciones para la
realidad de nuestra época.
I.
JUSTICIA
INCORRECTA: “Guardaos de hacer vuestra justicia
delante de los hombres…”
El término justicia, viene del griego ἐλεημοσύνη (eleemosúne, G1454) que se puede traducir como compasión (ejercida hacia el pobre), benevolencia, justicia, misericordioso o limosna[4]. Así, que debemos guardanos o cuidarnos de que
nuestras acciones de compasión, benevolencia o justicia, las hagamos solo para
ser vistos por las personas. Pero surge una pregunta, ¿cuáles son las acciones justicia?
Por el contexto serían la limosna o caridad, la oración y el ayuno.
A primera vista, parece que entra
en contradicción con la instrucción de Mateo
5.16: “Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos”. La contradicción es aparente. Ambos
textos, quieren poner en evidencia las verdaderas intenciones con que debemos
realizar nuestras acciones. Mientras que en Mateo
5.16, lo que se hace delante de los hombres, provoca que los observadores
glorifiquen a Dios; en el texto de Mateo
6.1, la justicia (o compasión, benevolencia), que se hace delante de las
personas, tiene el deseo de que me vean a mí.
El
teólogo inglés, Dr. John Stott, hace el siguiente comentario del texto: “Nuestras buenas obras tienen
que ser públicas para que nuestra luz alumbre; nuestras devociones religiosas
tienen que ser secretas, no sea que nos jactemos de ellas[5]”. Ese es el problema, iniciamos alumbrando y dándole gloria Dios;
pero, nuestra vanagloria y vanidad, nos hace jactarnos de nuestras devociones,
y acciones de compasión a otros. Hay que ser luz, con nuestros hechos, en el
mundo; pero debemos dejar en privado aquellas prácticas espirituales, que nos
puedan llenar de orgullo. Si das a otros, dalo en el anonimato;
si oras mucho a Dios, que sólo Él lo sepa; si ayudas, que nadie lo note. Se
puede estar haciendo algo correcto, de la forma incorrecta.
II.
MOTIVACIÓN
EQUIVOCADA: “…para ser vistos de ellos…”
El
gran problema de hacer nuestra justicia delante de las personas, es la
motivación equivocada. Cualquier buena obra que hagas, si lleva la motivación
de que otros nos vean y nos admiren por ser buenos cristianas, implica que
hemos equivocado la motivación bíblica, la cual es que glorifiquen a nuestro
Padre que está en los cielos. Como bien lo señala el Catecismo Menor de
Westminster, en su respuesta N°1: El fin principal del hombre es glorificar a
Dios y disfrutar de Él para siempre.
¿Cómo
saber si nuestra motivación es correcta? Bueno, las personas deben glorificar a
Dios, y si intentan alabarnos, debemos dirigirla a quien verdaderamente la
merece: nuestro Gran Dios. El comentarista Henriksen, es más contundente en su comentario
bíblico al evangelio según San Mateo:
“Por otra parte, el propósito de los hipócritas
a que hace referencia 6:1ss, es obtener alabanza para sí mismos. Ellos ejecutan
sus deberes religiosos con el fin de “atraer la atención” de la gente, para que
la gente los inspeccionará y examinará detenidamente, mientras ellos están
dando limosna, cuando están orando o cuando están ayunando. Esperan que
entonces los espectadores digan: “¡Qué devotos, qué notablemente piadosos![6]”.
¿Cuál es su motivación para congregarse, para orar, leer la
Biblia, ayudar al necesitado, en fin, para servir a Dios y a otros? ¿Qué hay en
lo profundo de nuestro corazón, al realizar estas disciplinas espirituales?
III.
RECOMPENSA
TEMPORAL: “…de otra manera no tendréis
recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.”
Ahora, el tema se centra en
el cuándo y el quién de la recompensa. Eso debemos afirmarlo, hay recompensa,
el punto es ¿cuándo la recibiremos y quién la da? El texto evidencia que hay
dos alternativas: recompensa temporal o eterna; la dan las personas o Dios.
El Dr. William Henriksen, hace la siguiente observación en este
punto:
“Porque así no tendréis recompensa alguna de
vuestro Padre que está en los cielos” el sentido es: “Entonces ya habréis
recibido vuestra recompensa, sí, vuestra recompensa completa, esto
es, de parte de los hombres, la misma gente de la que esperabais la recompensa
de honor, admiración y alabanza. Puesto que en lo más profundo de vuestro ser
nunca quisisteis agradar y glorificar a Dios, él no os recompensará. Aún
más, esto es así debido a que tales ejercicios religiosos (¿?) son
fraudulentos. Si los practicáis, estáis tratando de disfrazar vuestros
verdaderos motivos. Estáis haciendo teatro. ¡Estáis simulando, porque bajo el
disfraz de dar gloria a Dios estáis buscando gloria para vosotros mismos, como
si pudierais engañar al Omnisciente!” En tales casos (v. 1, 2, 5, 16) una
recompensa, la de los hombres, cancela la otra, la de Dios[7]”.
No se puede pretender recibir recompensa de las personas y de Dios
a la vez. O una, o la otra. Es por eso que más adelante el mismo Jesús va a
declarar que no se puede servir a dos señores (Mateo 6.24). Nuestra verdadera recompensa está en Cristo Jesús, y
el dará a cada uno conforme sus acciones; así lo evidencian los siguientes
textos:
“y serás
bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado
en la resurrección de los justos” (Lucas 14:14).
“Y el que planta y el que
riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa
conforme a su labor… Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. (1 Corintios 3:8,14).
“He aquí yo
vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según
sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
Es claro, que “ya” estamos disfrutando de la vida eterna, “que
todavía no” se ha manifestado en plenitud. El Apóstol Pablo lo expresa mejor: “Y todo lo
que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis
la recompensa de la herencia, porque a Cristo el
Señor servís. Mas el que
hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de
personas” (Colosense 3.23-25). Esta es nuestra esperanza y recompensa, que el Señor nos dará; por
lo tanto, solo vamos a servirle y amarle a Él.
CONCLUSIÓN
¿Cómo está nuestra justicia, motivación y deseos de recompensas?
¿Están centrados en Dios y Su Palabra? ¿O, responden a la justicia incorrecta y
motivación falsa, que tanto se observa en nuestro tiempo, logrando recompensas
temporales? En otras palabras, la frase “guardaos” es una exhortación a estar
realizando una constante evaluación de nuestras vidas, para no estar haciendo
obras de justicia, con motivos equivocados y esperando recompensas en esta vida.
Eso sería engañarnos a nosotros mismos.
Nuestra oración diaria debe ser: “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame”
(Salmo 26.2). “Examina mis íntimos
pensamientos y mi corazón. Detrás y delante me
rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano” (Salmo 139.5). ¡Amén!
[1] Stott, J. El Sermón del monte, contracultura cristiana.
Buenos Aires, Argentina: Editorial Certeza, 1998, Pág.143.
[2] Douglas, J.D. y Tenney, Merrill C. Diccionario bíblico Mundo Hispano. Editorial Mundo Hispano, 2003.
[3] Pérez
Millos, Samuel. Comentario Exegético al
texto griego del N.T. España: Editorial CLIE, 2009, pág. 378.
[4]
Vine, E.W. (1999). Diccionario Expositivo
de las palabras del A.T. y N.T. Nashville, TN: Editorial Caribe.
[5]
Stott, pág. 145.
[6] Hendriksen,
pág. 334.
[7] Idems, pág.
335.