Pastor Maynor Agüero Obregón[1]
Texto: Mateo 5.21-26
Introducción
Entramos a la sección del Sermón del Monte, donde Jesús explica la Ley. “Seis veces Jesús va a poner su propio pronunciamiento autoritativo en contraste con la enseñanza de los escribas y fariseos, y, detrás de ellos, en contraste con las malas interpretaciones de los sabios de antaño. Seis veces va a decir: “Oíste que fue dicho… pero yo os digo” (5:21, 27, 31, 33, 38 y 43)”[2].
El Dr. Lloyd Jone da una explica la razón de la exposición de Jesús, en los siguientes versículos: “Desarrolla la relación del cristiano con la ley en dos aspectos. Presenta su exposición positiva de la ley, y la contrasta con la enseñanza falsa de los escribas y fariseos[3]”. Por lo tanto, hay una correcta interpretación y aplicación de la Ley; por otro lado, hay un señalamiento de los principales errores y falsas enseñanzas de los fariseos y escriban. Aquí tenemos un ejemplo de cómo las verdades entregadas por Dios, fueron pervertidas al sumárseles ideas humanas.
Expondremos el texto en tres partes. En primer lugar, trataremos lo dicho por los antiguos: quiénes eran los antiguos, qué fue lo que Dios les dijo y qué fue lo que ellos terminaron enseñando. En segundo lugar, lo que dijo Jesús en comparación con la enseñanza de los escribas y los fariseos. Y por último, cuál debe ser la práctica correcta de este mandamiento, para un discípulo de Cristo. El propósito de la exposición de la Ley, por parte de Jesús es cumplir su la afirmación: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (v.20).
I. LO DICHO POR LOS ANTIGUOS (v.21)
Jesús inicia su interpretación de la ley diciendo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos…”; con dicha frase, se está refiriendo a todo el conjunto de tradiciones y enseñanzas que, a través de los años, se convirtió en la base de las creencias de la fe judía. A tal extremo, que era más importante la interpretaciones y las tradiciones de los antiguos, que la misma Ley-Palabra de Dios.
Al conjunto de comentarios exegéticos de los preceptos de la Torá, hecha por comentaristas judíos en un período de muchos siglos, se le llama Talmud. Dicho comentario es voluminoso, por ejemplo, contiene 613 preceptos religiosos obligatorios para todo los judíos (mitzvot): 365 que imponen abstenerse de acción (uno por cada día del año); y 248 preceptos, que obligan positivamente a hacer (uno por cada órgano del cuerpo)[4]. A esto hay que agregarle comentarios orales el Mishná y el Tanaj (Antiguo Testamento). Como se puede ver, a la palabra de Dios revelada, ellos le agregaron una gran cantidad de preceptos a cumplir, para que los mandamientos de Dios se cumplieran; añadiéndole más de lo que Dios había pedido.
Todo esto, había hecho que la vida religiosa de un judío, estuviera determinado por el cumplimiento de grandes preceptos impuestos por los líderes religiosos (fariseos, escribas, saduceos y otros); provocando una pobre comunión con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús se está refiriendo a toda la ley religiosa judía, el Talmud, cuando dice: “Oístes que fue dicho por los antiguos”.
Pero, ¿qué se dijeron? No matarás y cualquiera que matare será culpable de juicio ¿Qué hay de malo en eso, acaso no estaba escrito en el pentateuco? ¿Cuál era el problema con la enseñanza sobre el sexto mandamiento? El comentario que hace el Hendriksen, no da más claridad sobre el dilema que plantea Jesús:
“Por lo tanto, superficialmente parecería que no hay falta alguna en la forma en que los hombres de antaño habían interpretado el sexto mandamiento. En el caso presente lo malo no estaba en lo que habían dicho, sino en lo que habían dejado de decir, o, por lo menos, habían dejado de enfatizar. Esto también se aplicaba a los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, porque… ellos respaldaban la tradición de los antiguos. En consecuencia, ellos tampoco estaban dando un sumario completo de la ley sobre el homicidio. La interpretación de ellos, aunque era correcta hasta donde alcanzaba, estaba lejos de su propósito. Era lastimosamente inadecuada”[5].
Los religiosos de la época de Jesús, estaban de acuerdo con la interpretación de las tradiciones de los antiguos, solo una obediencia externa a las leyes dadas por Dios era suficiente para ser un buen seguidor de Dios.
De aquí se pueden desprender dos lecciones para nuestras vidas. La primera, es que no podemos levantar al nivel de mandamiento divino, las palabras o comentarios de las personas, por más buenos y santos que sean, o por más sabiduría que sus palabras expresen; siempre serán palabras de seres falibles. Todo lo que los seres humanos deben creer con respecto a Dios, y los deberes que Él nos exige, se encuentra contenido en la enseñanza de la Biblia (2 Timoteo 1.13; 3.15-17)[6].
La segunda lección, es que no podemos basar nuestro caminar cristiano sólo en el cumplimiento externo de ciertas prácticas, como asistir a los cultos dominicales, leer la Biblia por obligación, participar de ciertas actividades, diezmar u ofrendar, y otras. Cada una de estas prácticas, son importantes para nuestro desarrollo como discípulos de Cristo; pero, no pueden sustituir a una genuina comunión con nuestro Señor, ni pueden ser la base de nuestra justificación delante de Dios. Los verdaderos discípulos son transformados desde adentro hacia afuera. Y esto es lo que enfatiza, Jesús, en los siguientes versículos.
II. LO QUE DIJO JESÚS (v.22)
Ahora Jesús va a hablar: “Pero yo os dijo…”. No habla como los religiosos de su época, sino como quien tiene autoridad. Jesús, el Dios hecho carne, va a establecer el verdadero sentido del mandamiento. No solo en su cumplimiento externo, sino en su verdadero sentido; el que tuvo desde el inicio. Citando a Hendriksen:
“Moisés había enfatizado el amor a Dios (Dt. 6:5) y al hombre (Lv. 19:18). No solamente eso, sino que la primera narración de una pelea hogareña, la historia de Caín y Abel, había señalado de una manera muy impresionante el mal de la ira proveniente de los celos, como la raíz del homicidio (Gn. 4:1–16; véanse especialmente los vv. 6 y 7). La misma lección había sido enfatizada en escritos posteriores (Proverbios 14:17; 22:24; 25:23; Eclesiastés 7:9; Job 5:2; Jonás 4:4). En consecuencia, al interpretar el sexto mandamiento en la forma que lo hace, Jesús, lejos de anularlo, está mostrando lo que había significado desde el principio mismo[7].
Ese es el verdadero sentido del sexto mandamiento: amar al prójimo, y por lo tanto, no tomar su vida como venganza. Ya se anticipa el principio del amor, como el cumplimiento de toda la ley (Mateo 22.40). El texto dice: “que cualquiera que se enoje…”; hace mención de cualquier persona, se puede deducir que está hablando a todos los seres humanos, por eso su sentencia, más adelante, es tan fuerte y contundente.
En cuento, al término enojarse viene del griego orgizo (ὀργίζω, G3710) que se puede traducir como: provocar, incitar a la ira. Éste enojo o ira descontrolada, es contrario al amor hacia otros, que subyace en el sexto mandamiento. Hay que notar, que la misma sentencia que los antiguos daban a los homicidas: “cualquiera que matare, será culpable de juicio”; Jesús la aplica a los que se enojan contra su hermano: “será culpable de juicio”. En otras palabras, cualquiera que se enoje o tenga una ira que no puede controlar, contra otra personas, es sujeto de un juicio igual a aquella persona que es un homicida.
Pero, Jesús va más lejos. El enojo lleva a los insultos y las ofensas verbales, hacia el hermano. Los términos necio (término del más absoluto insulto, referente a sus capacidades intelectuales) y fatuo (término que significa moralmente indigno, es un ofensa que ataca el corazón y carácter). Observemos cómo es traducido este pasaje, en otras versiones:
Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno (Dios Habla Hoy).
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego (Libro del Pueblo de Dios).
"Pero Yo les digo que todo aquél que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: 'Insensato (Inútil)' a su hermano, será culpable ante la corte suprema (el Sanedrín); y cualquiera que diga: 'Idiota,' será merecedor del infierno de fuego (Nueva Biblia de los Hispanos).
Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno (Nueva Versión Internacional).
Las diferentes versiones, hacen ver la gravedad de ofender a una persona, por causa del enojo que se tiene contra esa persona. Observen que el pasaje no hace distinción entre enojarse por una causa correcta o no. El que se enoja pierde, porque es él quien será sujeto de juicio. En más, si pasa al nivel de insultar o maldecir, la sentencia está dada: el infierno. ¡La palabras de Jesús suenan muy duras para aquellos que queremos vivir bajo el Reino de Dios! Si siempre estamos enojándonos por todo, estamos mostrando una falta de amor, hacia los hermanos y eso nos significará que estamos bajo un constante juicio de parte de Dios.
Si eres de las personas que se enoja con facilidad, debes arrepentirte, pedir perdón y solicitarle la ayuda al Espíritu Santo, para que inicies un proceso de transformación en tu vida y brote de tu corazón amor hacia otros, en vez de la amargura del odio, el rencor y el enojo.
III. LA PRÁCTICA CORRECTA DE UN DISCÍPULO (v.23-26)
¿Cuál debe ser nuestro proceder, como hijos de Dios? En estos versículos, Jesús da un mejor camino, para siempre estar ajustado al sexto mandamiento. Es evaluar nuestras vidas, cada vez que nos presentamos delante de nuestro Dios, y revisar si tenemos algo contra alguien o alguien contra nosotros. La peor hipocresía religiosa, es presentarse delante de Dios tratando de adorarle, a sabiendas de que estamos con problemas con un familiar, un(a) amigo(a), un(a) hermano(a) de la iglesia, o un(a) compañero(a) del trabajo.
Por eso, el Apóstol Pablo escribiendo sobre la forma de tomar la cena del Señor, instruye lo siguiente:
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo (1 Corintios 11.28-32).
Al tomar la Cena del Señor, antes de agradecerle a Él por sus bondades y la manifestación de la gracia salvadora en nuestras vidas; debemos examinarnos a nosotros mismos y ver si hay algo en contra de algún hermano. Lo mejor que podemos hacer, es reconciliarnos con nuestro(a) hermano(a) y luego, juntos tomar la Cena del Señor. Cada uno de nosotros, debe examinarse y tomar sus decisiones, siempre guiados por el Espíritu del Señor. No podemos dejarlo para después, la muerte nos puede sorprender en cualquier momento, y debemos dar cuenta de nuestra vida. Por eso, el tiempo de participar en la Cena del Señor es un momento oportuno para reconciliarnos los unos a los otros, y juntos aceptar la gracia que proviene del trono de Dios, al rendirnos ante nuestro fiel salvador Jesucristo.
CONCLUSIÓN
Oremos para que el amor de Dios esté en nuestros corazones, y así podamos dar ejemplo de conducta al mundo. No permitamos que la ira, el enojo y la venganza inunden nuestras vidas; que sea la gracia divina, dándonos el amor que requeridos para llevar adelante nuestro servicio desinteresado, a otros.
BIBLIOGRAFÍA
Hendriksen, William (2007). Comentario al Nuevo Testamento: Evangelio de San Mateo. Grands Rapids, Michigan: Libros Desafío
Henry, Matthew (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry. 13 Tomos en 1. Barcelona, España: Editorial CLIE.
Strong, James (2002). Diccionario Strong de Palabras Originales del Antiguo y Nuevo Testamento. Miami, Florida: Editorial Caribe.
Vine, W.E. (1999). VINE: Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo. Miami, Florida: Editorial Caribe.